Llevo escribiendo y haciendo fotos de manera más o menos regular (referido a medida de tiempo, quizá también como adjetivo calificativo) años. Y tengo mis obsesiones. Claro.
Los paréntesis: me encantan. Los uso. Incluso en mi anterior blog -qué bueno que viniste, QuietBrown, cómo de lejos te fuiste- les dediqué una entrada.
Las farolas: siempre fotografío alguna, hay una canción de Marino Sáinz, la primera que me atrapó, que se titula la farola. Enmarcan la lluvia, colorean la niebla. Son jirafas o señoras de negro flacas tocadas elegantemente que nos miran todo el día.
Libretas: a la búsqueda de la perfecta. Pequeña como para que quepa en cualquier bolso. No, no escribo en el móvil, no tomo notas en el móvil, porque me gusta el papel, el rasgueo del bolígrafo sobre la superficie lisa. Le promete ideas que luego acaban aquí, por ejemplo, o en una historia larga que escribo y escribo y echo de menos. Sí, la tercera novela. Y la segunda espera un plato donde ser servida. La libreta, digo. Me da igual que sea de hojas blancas o rayadas, las prefiero de anillas para no maltratarla mucho, no las tiro nunca, son veneradas por mis inspiraciones repentinas. Un concierto, el metro, el autobús o aprovechando que te vas al baño.
Atardeceres: más que los amaneceres. Los paladeo. Madrid. Cádiz. Lisboa. Sobre la Vega Baja del Guadiana. Y quiero sumar más a la lista.
La crítica: sí. A estas alturas, no engaño a nadie.
Luz: soy mala fotógrafa, lo reconozco. Así que hablar de la luz me da pudor. Pero también escribo de la luz. La luz nos viste, nos desnuda, nos encuadra, nos obliga a parpadear, a estornudar, a cerrar los ojos. La puta luz. Qué mágica sabe ser y cómo nos traiciona a veces (la del probador de las tiendas, hay bombillas vengativas, que quizá querían ser velas de olor y color y salieron blancas e industriales) y otras cómo nos hace parecer bellos. Iba a escribir también puros, pero esto es como lo de la crítica. Ya no engaño a nadie.
Párpados: recurro a ellos y a sus subidas y bajadas con facilidad. Para mí, guardarte algo en los párpados es la más leve de las sonrisas y el mayor de los misterios. Que esto así dicho no quiere decir nada, pero la frase es bonita. Así que la explico. Un párpado es leve, un poquito de piel que cubre y protege la mirada. Puedes parpadear ligeramente cuando algo que te dicen te sorprende, te hace vibrar lejos, obligándote a esa sonrisa tímida que queda suspendida en el coqueteo. Ahí está la más leve de las sonrisas, en la frase inesperada. Y luego está el mayor de los misterios. Cuando duermes. Párpados cerrados. Cuando algo te molesta pero no quieres que se note. Párpados abiertos, que no te vean pestañear. No des pistas. ¿Quién sabe lo que piensas cuando nadie te escucha? Ni uno mismo sabe a veces ser honesto a solas. Solo tus párpados te guardan el secreto para que no llegue de la cabeza al corazón.
Y tinta y versos y manos y caricias y pies fríos y besos y lengua y cuello y sonidos que tintinean y estrellas fugaces que no he usado mucho pero me iluminan cielos repentinos y lluvia y agua de mar y cuestas de asfalto y miradas de gato y pasos de gato y música, música, música aunque ahora mismo escribo esto en silencio y olores y castillos y piedra y todo lo que me cuentas y todo lo que te quiero dejar claro. Mis obsesiones.