El 99º de los 101

Mi corazón

Lates a veces demasiado fuerte, como si estuvieses enjaulado. 

¿Cómo estás?, le pregunto a mi corazón en este ejercicio antepenúltimo, sencillo y descarnado. 

¿Cuántas veces respondemos con sinceridad a la pregunta de cómo estamos?

¿Cuántas veces preguntamos con interés real a alguien cómo está?

Dado que el poeta es un fingidor y yo no sé cómo dejar de intentarlo, este ejercicio es una maniobra militar de telones, visillos y simulacros.

¿Cómo estoy? Tranquila y feliz por primera vez en dos años.

Defiendo siempre la alegría (esto lo escribí en un poema) frente a la tristeza, aunque procuro entender a ésta, porque hace mucha compañía. 

Mi estado natural, y esto me lo dijo una dermatóloga en consulta, es estar contenta por encima de la media. Para mí estar normal significa estar mal. Y sin embargo tantos días solo soy una sombra con ojeras que no me molesto en ocultar. 

Cuando algo está mal trabajo y me esfuerzo para cambiarlo y solo reconozco las malas rachas cuando ya han pasado. En el tiempo del “durante” digo que estoy “regular” y mientras… El aguante. Pero tampoco considero que haya pasado rachas malas como tal, tiendo a relativizar, mirando al resto: hay problemas que sí son un problema. Hay angustias que no se calman cambiando el punto de vista.

Mientras escribo esto, sé que un amigo de la infancia está recibiendo cuidados paliativos en el hospital. Hay algo irreal en la situación en la que alguien de tu edad sabes que puede morirse en cualquier momento. Alguien a quien tú conoces, con quien has ido de viaje, con quien has reído. Desaparecerá en, ¿cuánto? Dos, diez días, cuatro horas. Y aquí estoy escribiéndolo. Sabiendo que en un tiempo determinado se repetirá el ritual de mensajes, vacío en el estómago, tanatorio, funeral, recuerdo, recuerdo.

Escribo esto tras dos años de pandemia y casi dos años desde mi mayor desengaño amoroso. Dudo de que la palabra “desengaño” sea la correcta. Y esa incertidumbre indefinida o indefinición incierta me acompañan desde entonces. Pero ya está, me di cuenta hace dos días cuando fui a ver a Vicente Navarro por fin en concierto y no me acordé de él. Porque él y yo íbamos a haber ido a ver a Vicente Navarro el viernes antes del estado de alarma, y aquel concierto se canceló.

También me doy cuenta de que esas imprecisiones que tumbaron nuestra historia se han borrado porque hablo a un “él” y no a un “tú”, como he hecho otras veces.

Y es que ésta, a éste, no los vimos venir, ¿eh? 

Encontré y encuentro alegría y belleza casi en cada día. 

Si en el pudridero de almas que llamo “trabajo” estoy mal, regresan alegría y belleza para regarme y hacerme crecer al salir. 

El cielo de Madrid siempre da sorpresas visuales. Y hay gorriones, mirlos y gatos sinvergüenzas.

La actualidad y el mundo siguen girando. Me niego a mirarles ahora, aunque he escrito algún poema en el pasado. Ahora significa angustia y de nuevo incertidumbre. No haré bromas pero tampoco arrastraré miedos, nada puedo hacer por ese lado.

Mi corazón sigue latiendo, ya que preguntas. Me parece un hallazgo verle emocionarse, sentir excitación, hace unos días fui feliz sin pretenderlo, sin buscarlo y sin saber el motivo. 

Si me preguntas ahora mismo, ¿cómo estás? Te compondré un soliloquio de felicidad e insomnio, de ligero miedo excitado, de cosas nuevas y gente nueva y de valorarme diferente. Soy quien fui, añoro quién soy y sigo cambiando. 

Defiendo alegría, belleza y poesía

por encima de cualquier fango

disfrazado de normalidad.

Natalia Sanguino Escrito por: