MAÑANAS VULNERABLES

Por las mañanas, en el metro, tenéis cara de vulnerables.

Veo los sueños incompletos, las horas que os faltan.

Los besos de costumbre, el café de oferta. El aliento de ese cigarrillo que no puedes dejar de fumar.

En las ojeras, en el ceño fruncido leve, en la ligera caspa sobre los hombros, veo vuestra vulnerabilidad.

Luego, cuando el día avanza, poco a poco, os iréis convirtiendo en empleados vagos, en jefes ineptos, en sonrisas amables o en sexo infiel a la hora de comer.

Más tarde, ante el segundo café (lo estás dejando, a mí ponme un poleo menta, yo, lo de siempre, una light) algunos sentiréis el vuelco del estómago cuando el móvil os haga llegar un whatsapp. Y cuando el simbolito esconda su nombre.

Más adelante en este día cualquiera discutiréis de política con la solemnidad de un columnista, con la fe ciega del cuñado, con la locura del voto inminente. Y pensaréis que vuestro interlocutor es gilipollas.

En algún punto después de comer, pensaréis en un culo, manos, cuello, tetas, hombro, rabo o pies (yo qué sé) que a lo mejor coincide con el nombre que envió el mensaje horas antes.

Ahora, en este gusano mecánico que os lleva y os cose la rutina por las mañanas, y que a veces os hace volar hasta prometedoras citas, ahora, sin embargo, a esta hora, solo sois marcas de almohada en la cara.

Y yo soy cualquiera de vosotros.

Aunque, eso sí, no fumo. Ni bebo light.

Natalia Sanguino Escrito por: